Hoy puede oírse
y verse, a toda hora, todo tipo de manifestaciones con una frase -muletilla que
resuena repetidamente como si fuese un slogan comercial que, si uno arribara
por sorpresa a la Argentina, nos haría inflar el pecho y golpearlo fuertemente
con orgullo patriótico.
“¡Patria o
Buitres!” puede leerse, verse y escucharse en militantes, periodistas y medios
oficialistas como si fuese un fragmento inédito recién descubierto del “Martín
Fierro”.
Claro que
esto es como aquellas marquesinas, que uno puede ver por las calles. Esas que
sirven de perímetro para una obra en construcción que está dando sus primeros
pasos. En ellas puede verse todo tipo de anuncios con grandilocuentes imágenes,
fotos y colores pero que si asomase alguien sobre estas, detrás hay un terreno
baldío.
Yerma es la
frase y el sentido de este slogan que, a esta altura, suena a una gran tomada
de pelo o a otro de los tantos “panfletos” que durante esta autoproclamada “década
ganada” los militantes, esbirros, paniaguados e ilusos creyentes de esta gestión
kirchnerista han desparramado, como arrojando volantes desde arriba de un avión.
Es solo
ponerse a contar un par de puntos, concernientes a este dilema, para poner de
rodillas a este vacuo panfletarismo con el que intentan confundir a la opinión
pública. Por desgracia aún lo están logrando en un porcentaje alarmantemente apreciable.
Hagamos un
repaso: El 23 de diciembre de 2001 Adolfo Rodríguez Saa asumió la presidencia
de la Nación luego de los desmanes que se habían producido tres días antes que
terminaron firmándole el certificado de defunción al nefasto gobierno de
Fernando De La Rúa.
En su
discurso de asunción, el puntano, declaró la suspensión de los pagos de la deuda
externa y el congreso parecía la capital mundial de la alegría.
Casi la
totalidad del recinto ovacionó la medida. Los aplausos llegaban desde casi
todos los sectores y muchos hasta se pusieron de pie para vivarlo.
Una semana más
tarde las cacerolas volvían a ser golpeadas, en las calles, como así también
comenzaron a producirse saqueos y otros actos de delincuencia dirigida desde
las sombras mas lúgubres de la política nacional.
Como
consecuencia de esto, el 30 de diciembre, solo 7 días después de asumir y a
diez de los sucesos que acabaron con el gobierno de la Alianza, Adolfo Rodríguez
Saa presentaba, con todo su gabinete detrás, la renuncia indeclinable a la
presidencia, haciendo serias denuncias a sus compañeros de partido, entre ellos
a José De La Sota.
Hasta el 2
de enero de 2002 la presidencia fue ejercida por Eduardo Caamaño. Ese día le
entregaba la banda presidencial a Eduardo Duhalde que, con el tiempo, terminó
ratificando el default (no le pagó a nadie) pero nunca alguien osó sacarlo a
cacerolazos ni mucho menos a provocar saqueos.
Un año y
unos meses mas tarde las elecciones proclamaron ganador a Carlos Saúl Menem
pero con un porcentaje muy lejano para obtener la victoria en primera vuelta.
Segundo fue
Néstor Carlos Kirchner que terminó siendo el presidente de la Nación cuando el
riojano se bajó de la fase de ballotage advirtiendo que perdería por amplio
margen, cuidando así su “invicto” electoral. El 25 de mayo de 2003 asumió, el
patagónico, la primera magistratura vernácula y con el comenzaba la década
kirchnerista.
En 2005,
viajó junto a su ministro de economía, Roberto Lavagna (que venía desde el gobierno
de Eduardo Duhalde) para “negociar” el tema espinoso de la deuda en default.
Este hecho
pasó a ser sindicado como patriótico y poco menos que épico. El “megacanje” de
deuda se concretaba y, según la militancia kirchnerista con una quita
inconmensurable y una negociación mas que beneficiosa para todos los
argentinos.
Pero la
verdad es otra muy distinta. La idea es desglosarla en sus puntos más
importantes y dañinos.
En esa “negociación”
se refinanció la deuda a 30, 35 y 42 años, bajándose, en forma comparativa, las
tasas de interés que eran del 11 o 12 % al
8,28%. Hasta acá todo bien.
Pero
aparecen las cuestiones obscuras que atentan contra nuestra soberanía e
integridad nacional. Se dice que el canje consistió en un quita del 66 % cuando
en realidad fue del 44 %, medida en valor absoluto. Esta “quita” fue largamente
compensada con entrega de cupones ligados al PBI.
Por cada
100 dólares que los acreedores entregaron, en bonos viejos, el gobierno le dio un
bono nuevo a treinta o treinta y cinco años por un valor de 56 dólares y otro,
ligado al crecimiento del país, por 48. O sea que la Argentina le reconocía 104
dólares por cada 100 presentados por los reclamantes
Esto sumado
a las estadísticas falsas que comenzó a ofrecer el INDEC, que dio un índice de crecimiento no
real, aceleró el proceso de pago y provocó el estrangulamiento de la capacidad de
cumplimiento del país. A los dos años de firmado este “megacanje” ya la
Argentina no podía concretar ninguna cancelación de los compromisos que había pactado.
Fue así que
comenzaron a buscar recursos en las reservas del Banco Central y, como esto
tampoco era suficiente, decidieron estatizar las AFJP para extraer dividendos
de los fondos de garantía de sustentabilidad de los jubilados y poder cumplir
con lo firmado. El 64% de los fondos de jubilaciones fueron prestados al tesoro
nacional para poder afrontar compromisos con la usura internacional.
Pero no
todos los problemas pasan por no poder cumplir con este mamarracho perpetrado
por Kirchner y Lavagna. Otro de los “gestos patrióticos” que tuvieron, estos
personajes, fue la de firmar que si Argentina no podía cumplir con estos
compromisos, sería la justicia norteamericana la encargada de ejecutar
sentencias sobre la mora de nuestro país.
Ergo la
militancia y los paniaguados del régimen le dicen barbaridades al juez Griesa
que no hace otra cosa más que cumplir lo que Néstor Kirchner y su ministro de economía
firmaron en 2005. Un dislate sin precedentes.
Todo esto
pasa en Argentina que tiene un fallo del juez Jorge Ballesteros quién declara a
la deuda como “ilegal, inmoral, ilegítima y fraudulenta” en el que ni Néstor
Kirchner ni Cristina Fernández se ampararon para decir que la Argentina va a
honrar su deuda, si es que ya no se canceló, pero que no va a convalidar la
estafa. Esto hubiese sido un verdadero gesto soberano.
La deuda
lejos de decrecer aumentó y la situación
es cada día más inmanejable. Al llegar al gobierno, los Kirchner tomaron el país
con 200 mil millones de dólares de deuda. Hoy, según cifras oficiales que nunca
han sido demasiado viables, ronda los 250 mil millones. Estos datos los ofrece
el gobierno de la presidente que ha dicho ser “pagadora serial” y que ademas
aseguró, en cadena nacional, que la Argentina ha abonado 190 mi millones en 10 años.
Las
preguntas que surgen son: Si en 2003 debíamos 200 mil millones de dólares y
pagamos, durante 10 años, 190 mil millones ¿Cómo puede haber aumentado la
deuda? ¿Qué pagamos, entonces?
Como si no
nos alcanzara con estas “pesadillas” este gobierno pidió fondos en el Club de
París, al que debió reconocerle una deuda mayor, a la que ya tenía, para poder
acceder a un nuevo crédito y también solicitó ayuda financiera a los chinos,
con una “frutilla en el postre” escalofriante: De no poder honrar esa nueva
deuda con los asiáticos la causa tramitara en manos de jueces ingleses, en
tribunales franceses.
Como pueden
ustedes leer, la cuestión de la deuda no solamente no nos dio su capítulo más
tenebroso sino que además recién está en plena génesis.
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