El 20 de junio de 1973 Juan Domingo Perón regresaba, a su patria, en forma definitiva para intentar terminar con su tarea de consolidación nacional y pacificación del país.
Lamentablemente los infiltrados de siempre protagonizaron actos delictivos, intentando copar el palco que se había montado en Ezeiza, los que fueron repelidas por fuerzas leales al General Perón.
Los hechos dejaron decenas de muertos y heridos y por los vandálicos sucesos Perón fue desviado a Morón donde aterrizó con su avión por consejo del presidente en ejercicio, Vicente Solano Lima.
Horas después de esta barbarie, el General Perón se dirigió, por cadena nacional, al pueblo argentino y dejó este histórico discurso.
Deseo comenzar estas palabras con un saludo muy afectuoso al
Pueblo Argentino. Llego del otro extremo del mundo con el corazón abierto a una
sensibilidad patriótica que sólo la larga ausencia y la distancia pueden avivar
hasta su punto más alto. Por eso, al hablar a los argentinos lo hago con el
alma a flor de labio y deseo que me escuchen también con el mismo estado de
ánimo..
Llego casi desencarnado. Nada puede perturbar mi espíritu porque
retorno sin rencores ni pasiones, como no sea la pasión que animó toda mi vida:
servir lealmente a la Patria. Y sólo pido a los argentinos que tengan fe en el
Gobierno justicialista, porque ése ha de ser el punto de partida para la larga
marcha que iniciamos. Tal, vez la iniciación de nuestra acción pueda parecer
indecisa a Imprecisa, pero hay que tener en cuenta las circunstancias en las
que la iniciamos..
La situación del país es de tal gravedad que nadie puede
pensar en una reconstrucción en la que no debe participar y colaborar. Este
problema como ya lo he dicho muchas veces, o lo arreglamos, entre todos los
argentinos o no lo arregla nadie. Por eso, deseo hacer un llamado a todos, al
fin y al cabo hermanos, para que comencemos a ponernos de acuerdo.
Una deuda externa que sobrepasa los 6.O00 millones de
dólares y un déficit cercano á los tres billones de pesos, acumulados en estos
años, no han de cubrirse en meses, sino en anos. Nadie ha de ser
unilateralmente perjudicado, pero tampoco ninguno ha de pretender medrar con el
perjuicio o la desgracia ajena. No son estos días para enriquecerse
desaprensivamente, sino para reconstruir la riqueza común, realizando a una
comunidad en la que cada uno tenga la posibilidad de realizarse.
El Movimiento Justicialista, unido a todas las fuerzas
políticas, sociales. Económicas y militares que quieran acompañarlo en su
cruzada, de liberación y reconstrucción del país, jugara su destino dentro de
la escala de valores establecida primero la Patria, después el Movimiento y
luego los hombres en un gran movimiento nacional y popular que pueda
respaldarlo.
Tenemos una revolución que realizar, pero para que ella sea
válida ha de, ser de construcción pacífica y sin que cueste la vida de un solo
argentino. No estamos en condiciones de seguir destruyendo frente a un destino
preñado de acechanzas y peligros. Es preciso volver a lo que en su hora fue el
apotegma de nuestra creación: "de casa al trabajo y del trabajo a
casa". Sólo el trabajo podrá redimirnos de los desatinos pasados.
Ordenemos primero nuestras cabezas y nuestros espíritus.
Reorganicemos al país y dentro de él al Estado que preconcebidamente se ha
pretendido destruir y que debemos aspirar a que sea lo mejor que tengamos para
corresponder a un Pueblo que ha demostrado ser maravilloso Para ello elijamos
los mejores hombres, provengan de donde provinieren, acopiemos la Mayor
cantidad de materia gris, todo juzgado por sus genuinos valores en plenitud y
no por subalternos intereses políticos, influencias personales o bastardas
concupiscencias.
Cada argentino ha de recibir una misión en este esfuerzo de
conjunto. Esa misión será. Sagrada cada uno y su importancia estará, más que
nada en su cumplimiento. En situaciones como la que vivimos, todo puede tener
influencia decisiva y así como los cargos honran al ciudadano, éste también
debe ennoblecer los cargos.
Si en las Fuerzas Armadas de la República, cada ciudadano,
de general a soldado, está dispuesto a morir tanto en defensa de la soberanía
nacional como del orden constitucional establecido, tarde o temprano han de
integrarse al Pueblo que ha de esperarlas con los brazos abiertos como se
espera a un hermano que retorna al hogar solidario de los argentinos.
Necesitarnos una, paz constructiva sin la cual podemos
sucumbir como Nación. Que cada argentino, sepa defender esa paz salvadora por
todos los medios, y si alguno pretendiera alterarla con cualquier pretexto, que
se le opongan millones de pechos y se alcen millones de brazos para sustentarla
con los medios que sean. Sólo así podremos cumplir nuestro destino.
Hay que volver al orden legal y constitucional como única
garantía de libertad y justicia. En la función pública no ha de haber cotos
cerrados de ninguna clase y el que acepte la responsabilidad ha de exigir la
autoridad que necesita para defenderla dignamente. Cuando el deber está por
medio los hombres no cuentan sino, en la medida en que sirvan mejor a ese
deber. La responsabilidad no puede ser patrimonio de los amanuense
Cada argentino piense como piense y sienta como sienta,
tiene el inalienable derecho a vivir en, seguridad y pacíficamente. El Gobierno
tiene la insoslayable obligación de asegurarlo. Quien altere este principio de
la convivencia, sea de un lado o. de otro, será el enemigo común que debemos
combatir sin tregua, porque no ha de poderse hacer nada en la anarquía que la
debilidad provoca o en la lucha que la intolerancia desata.
Conozco perfectamente lo que está ocurriendo el país. Los
que crean lo contrario se equivocan. Estamos viviendo las consecuencias de una
postguerra civil que, aunque desarrollada embozadamente no por eso ha dejado de
existir. A ello se le suma las perversas intenciones de los factores ocultos
que, desde la sombra, trabajan sin cesar tras designios no por inconfesables
menos reales. Nadie puede pretender que todo esto cese de la noche a la mañana
pero todos tenemos el deber ineludible de enfrentar activamente a esos
enemigos, si no querernos perecer en el infortunio de nuestra desaprensión o
incapacidad culposa.
Pero el Movimiento Justicialista, que tiene una trayectoria
y una tradición, no permanecerá frente a tales intentos y nadie podrá
cambiarlas a espaldas del Pueblo que las ha afirmado en fecha muy reciente y
ante la ciudadanía que comprende también cuál es el camino que mejor conviene a
la Nación Argentina. Cada uno será lo que deba ser o no será nada.
Así como antes llamamos a nuestros compatriotas en "La
Hora del Pueblo". "El Frente Cívico de Liberación" y "El
Frente Justicialista de Liberación", para que mancomunando nuestros ideales
y nuestros esfuerzos pudiéramos pujar por una Argentina mejor, el
Justicialismo, que no ha sido nunca ni sectario ni excluyente, llama hoy a
todos los argentinos, sin distinción de banderías, para que todos
solidariamente nos pongamos en la perentoria tarea de la reconstrucción
nacional, sin la cual estaremos todos perdidos. Es preciso llegar así, y cuanto
antes, a una sola clase de argentinos: los que luchan por la salvación de la
Patria, gravemente comprometida en su destino por los enemigos de afuera y de
adentro.
Los Peronistas tenemos que retornar a la conducción de
nuestro Movimiento. Ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden
deformarlo desde abajo o desde arriba. NOSOTROS SOMOS JUSTICIALISTAS Levantamos
una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes.
No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay nuevos
rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra ideología: SOMOS LO OUE
LAS VEINTE VERDADES PERONISTAS DICEN. No es gritando la vida por Perón que se
hace Patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos.
Los viejos peronistas lo sabemos. Tampoco lo ignoran
nuestros muchachos que levantan nuestras banderas revolucionarias. Los que
pretextan lo inconfesable, aunque cubran sus falsos designios con gritos
engañosos, o se empeñen en peleas descabelladas, no pueden engañar a nadie. Los
que no comparten nuestras premisas, si se subordinan al veredicto de las urnas
tienen un camíno honesto para seguir en la lucha que ha de ser para el bien y
la grandeza de la Patria, no para su desgracia.
Los que ingenuamente piensan que pueden copar a nuestro
Movimiento o tomar el poder que el Pueblo ha reconquistado se equivocan.
Ninguna simulación o encubrimiento, por ingeniosos que sean, podrán engañar a
un Pueblo que ha sufrido. lo que el nuestro y que está animado por una firme
voluntad de vencer. Por eso, deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en
los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal. Así, aconsejo
a todos ellos tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro
deber de argentinos sin dobleces ni designios inconfesables. Nadie puede ya
escapar a la tremenda experiencia que los años y el, dolor y los sacrificios
han grabado a fuego en nuestras almas y para siempre
Tenemos un país que a pesar de todo no han podido destruir,
rico en hombres y rico en bienes. Vamos a ordenar el Estado y todo lo que de el
dependa que pueda sufrir depreciaciones y olvidos. Esa será la principal tarea
Mi Gobierno. El resto lo hará el Pueblo Argentino, que en los años que corren
ha demostrado una madurez y una capacidad superior a toda ponderación. En el
final de este camino está la Argentina potencia, plena de prosperidad, con
habitantes que puedan gozar del más alto "Standard" de vida, que la
tenemos en germen y que sólo debemos realizaría. Yo quiero ofrecer mis últimos
años de vida en un logro que es, toda mi ambición; sólo necesito que los
argentinos lo crean y me ayuden a cumplirla.
La inoperancia, en los momentos que tenemos que vivir, es un
crimen de lesa Patria. Los que estamos en el país tenemos el deber de producir,
por lo menos, lo que consumimos. Esta no es hora de vagos ni de inoperantes.
Los científicos, los técnicos, los artesanos y los obreros que estén fuera del
país deben retornar a él a fin de ayudarnos en la reconstrucción que estamos
planificando y que hemos de poner en ejecución en el menor plazo.
Finalmente, deseo exhortar a todos mis compañeros peronistas
para que, obrando con la mayor grandeza, echen a la espalda los malos recuerdos
y se dediquen a pensar en el futuro y en la grandeza de la Patria, que bien
puede estar desde ahora en nuestras propias manos y en nuestro propio esfuerzo.
A los que fueron nuestros adversarios, que acepten la
soberanía del Pueblo, que es la verdadera soberanía, cuando se quiere alejar el
fantasma de los vasallajes foráneos, siempre más indignos y costosos.
A los enemigos, embozados, encubiertos o disimulados, les
aconsejo que cesen en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia
suelen hacer tronar el escarmiento.
Dios nos ayude, si somos capaces de ayudar a Dios. La
oportunidad suele pasar muy ligero. ¡Guay de los que carecen de sensibilidad e
imaginación para percibirla!
Un grande y cariñoso abrazo para todos mis compañeros, y un
saludo afectuoso. y lleno de respeto para el resto de los argentinos.
Juan Domingo Perón
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